El cuidado de enfermería en ortopedia, particularmente en el contexto de los pacientes sometidos a cirugía de reemplazo articular, es fundamental para garantizar resultados exitosos y una recuperación óptima. Estos procedimientos, que incluyen reemplazos de cadera, rodilla y hombro, son cada vez más comunes debido al envejecimiento de la población y al aumento de la esperanza de vida. Sin embargo, el éxito de estas intervenciones no solo depende de la habilidad del cirujano, sino también del manejo adecuado durante todo el proceso perioperatorio.
Uno de los principales enfoques en el cuidado perioperatorio es la prevención de infecciones. El riesgo de infecciones postoperatorias, especialmente en procedimientos ortopédicos, puede tener consecuencias graves, como la necesidad de revisiones quirúrgicas, retrasos en la recuperación o, en casos extremos, la pérdida de la prótesis. La enfermera juega un papel crucial en la asepsia y en el control riguroso de las técnicas de esterilización del instrumental quirúrgico. Además, la educación al paciente sobre la importancia de mantener la higiene, evitar la movilización excesiva y cumplir con las indicaciones médicas es esencial para reducir este riesgo.
Otro aspecto clave es el manejo del dolor postoperatorio, un desafío constante en ortopedia. La experiencia del paciente durante la recuperación está estrechamente ligada a la eficacia de los métodos de control del dolor implementados. Como enfermeras, debemos ser proactivas en la evaluación continua del dolor del paciente, utilizando herramientas como la escala visual analógica (EVA), y ajustando los medicamentos según sea necesario. Esto no solo asegura una experiencia más cómoda, sino que también mejora la movilidad temprana, reduciendo la posibilidad de complicaciones como trombosis o debilidad muscular.
El movimiento temprano es otra de las mejores prácticas en la atención perioperatoria. En el caso de reemplazos articulares, se busca que el paciente comience a movilizarse lo antes posible, siempre bajo la supervisión de profesionales, para evitar complicaciones como úlceras por presión, trombosis venosa profunda o contracturas articulares. El personal de enfermería debe estar capacitado para guiar al paciente en los primeros movimientos, enseñando las técnicas correctas de movilización y asegurando que la rehabilitación comience de inmediato.
En cuanto a los protocolos de enfermería en ortopedia, cada centro hospitalario debería contar con guías claras para el manejo de estos pacientes, adaptadas a las necesidades individuales y a las condiciones específicas de cada paciente. Esto incluye la monitorización constante de signos vitales, la evaluación de los puntos de incisión, la administración de medicamentos y la orientación continua sobre las restricciones postquirúrgicas.
Un aspecto que no puede pasarse por alto es el apoyo emocional al paciente. Sometidos a una cirugía mayor y con una recuperación que puede ser prolongada y desafiante, los pacientes a menudo experimentan ansiedad o depresión. La enfermera debe ser un pilar de apoyo, ofreciendo un ambiente que fomente la confianza, la comunicación abierta y la motivación, para que el paciente se sienta respaldado durante todo el proceso de recuperación.



